Well met!
El Grandmasters de Hearthstone ya no tendrá premios y con eso la muerte de una de las escenas de esports más épicas de la historia y el juego de mi vida.
Era el año 2014 y tuve acceso para el alfa de Hearthstone, un juego de cartas hecho por Blizzard, la empresa que hace los mejores juegos que alguien más ya había hecho. Esa era su salsa secreta. Alguien sacaba un RTS medieval y años más tarde sacaban uno más accesible, más pulido y más divertido. Lo hicieron con RTSs, con looters, con MMOs y lo harían con cartas.
Al principio le perdí el interés al juego porque francamente no lo entendía y no fue hasta que me compré mi primer iPad que lo bajé de nuevo para probarlo y ahí me enamoré. Había algo único en Hearthstone, cada partida era diferente y las posibilidades parecían infinitas. Se apalancaba del lore de Warcraft y los diseños de mis artistas favoritos. El único problema es que yo era una mierda. No sabía jugar. Toda mi vida tuve la cabeza enterrada en juegos single player que me llevaban de la mano y subían la dificultad poco a poco hasta que sentía la ilusión de ser el mejor. Hearthstone era diferente.
No había manera de volverme un mejor jugador dentro del juego, claramente había alcanzado un escalón de habilidad que me estaba frenando de progresar y era frustrante. Lo que primero traté de hacer fue ver a alguien más jugar y por primera vez le encontré el sentido a Twitch. Alonso, mi compañero de piso me vio jugando y me advirtió que esos juegos eran una obsesión. No le hice caso y más bien él terminó bajándose el juego. Un día entré a su cuarto y le mostré un stream de Forsen que estaba jugando un mazo de paladín. “Creo que sé cómo jugar ese mazo, pero no tengo las cartas”
De ahí en adelante comencé a aprender sobre early game, mid game, tempo, control, aggro, trading y 💫VALUE💫. Por primera vez en mi vida estaba pensando estratégicamente y no tácticamente. Para mejorar comencé a seguir muchos canales de youtube y desayunaba viendo el video del día de Kripparrian, I never skipped the kripp. Y me volví un fanático del Hearthstone World Championship siguiéndolo religiosamente cada fin de semana y luego el torneo durante la Blizzcon. Uno de los momentos más épicos fue sin duda el freeze mage mirror entre Ostkaka y Thijs.
This is what peak performance looks like.
Es difícil de explicar la lucha interna y competitiva que es Hearthstone. Una de las metas clásicas del juego es llegar a Leyenda. Por la que te dan un card back digital la primera vez que llegas. Subir ese ladder era un logro que solo podías completar una vez al mes y había que jugar muchísimo, y perder muchísimo. Yo no podía.
Toda mi vida había sido una persona inconsistente, siempre jugando a ganar y sin disciplina. Mi combustible era la motivación y cuando no había motivación tenía que alejarme, fuera lo que fuera. Siempre tenía esa meta de ser leyenda pero siempre me faltaba algo, usualmente era tiempo pero si soy honesto conmigo mismo mi enemigo era el tilt. Perder era frustrante y en un juego donde muchas cosas se dictaminan por el azar (también llamado el RNGesus) se siente absolutamente injusto y castigador. Tuve que aprender a perder, a entender que perder era parte del juego, y en el 2018 lo aprendí en la vida y en el tablero.
Mi viaje a leyenda fue rocoso, no todo el mundo con quien te cruzas en el ladder camino a la cima va a jugar de la forma más deportiva posible.
Y muchas veces yo mismo no sabía no cómo empezar una temporada.
Y otras veces me quedaba cerca de la meta.
Hoy 18 de enero hace 4 años iría a Amsterdam al mundial (como espectador lol) y conocería varias de las figuras que más admiraba de la escena.
En esa foto sale un hombre que siempre ha sido una referencia para mí, el gran Brian Kibler, uno de los mejores y más exitosos jugadores de cartas de la historia cuyos streams no solo eran entretenidos pero llenos de sabiduría. Uno de sus consejos puedo decir que me salvó la vida. En un stream Brian comentó que no le gustaba hacer cardio pero que él se ponía el iPad en la caminadora y jugaba unas cuantas partidas. Este hack me ayudó a construir una rutina, a ir a cada día al gimnasio y poder desarrollar la movilidad que hoy me permite entrenar, ponerme metas y con la que superé el sobrepeso que tenía y el dolor de espalda que me tenía la vida a cuadros.
El mundial fue un gran evento, en medio de una partida de cuartos de final un carajo se puso de rodillas entre el público y le propuso matrimonio a su novia, pero in true nerd fashion nadie le estaba parando bolas porque el juego estaba buenísimo. Recuerdo pegarle en el codo a Alonso y decir “marico, le está pidiendo matrimonio” y empezar a aplaudir. Solo aplaudimos como 6 personas mientras la pareja se besaba y el chico levantaba las manos en señal de victoria.
Después de ese mundial todo se vino abajo para la escena competitiva. El juego se volvió muchísimo más aleatorio e impredecible y en una jugada corporativa estúpida el stream official se mudó a Youtube junto con un cambio de formato de liga más restrictivo y jodido de clasificar. El modo de juego más popular dejó de ser standard y pasó a ser Battlegrounds, una suerte de auto-battler construido sobre la base de Hearthstone. Y esta semana se anunció esto:
Solo un clavo más en el ataúd producto de la recesión económica. Ya los torneos oficiales y no oficiales no tienen decenas de miles de views, los streamers no están interesados en casarse con un solo juego y todas las controversias de Blizzard han dañado la reputación de la compañía.
Yo me quedo con ese diciembre de 2018 cuando decidí tomar todo lo que había aprendido, toda mi experiencia y sentarme. Escogí un mazo, lo aprendí a pilotar lo mejor que pude y jugué cada juego aprendiendo de mis derrotas y evaluando cada jugada. Luego de 150 partidas estaba a un juego de llegar a leyenda. Esa misma tarde anunciaron un patch que saldría en 24 horas y mi mazo sería nerfeado. Me senté, empecé la partida con el corazón en la garganta y me concentré lo mejor que pude. Todo me salió bien. Mis cartas, las cartas de mi contrincante y llegué al turno que si sumaba todo el daño del tablero más mi mano tendría lethal.
¿La carta final? Leeroy Jenkins, una carta legendaria que te permite hacer 6 de daño directo al enemigo con el precio de 5 mana y que suelta dos whelps que son capaces de tradear a Leeroy en el turno siguiente sin tu oponente gastar recursos, esta carta usualmente se juega cuando no habrá turno siguiente.
Irónicamente yo veía la vida como Leeroy Jenkins antes de toda esta aventura, me lanzaba a los retos con ímpetu y fuerza pero sin estrategia, fue poético. La carta me ganó la partida y luego de 4 años jugando obtuve mi card back.
Sé que todo esto suena como una estupidez, y que miles de personas han logrado llegar acá sin despeinarse (en mi defensa, yo tampoco me despeiné), pero para hacer algo que nunca había hecho tuve que convertirme en alguien que nunca había sido y eso se lo debo a Hearthstone, y a todos los que me acompañaron hasta este tippy top of the mountain ❤️🔥
Hearthstone me enseñó a perder, y a saber cuándo es el momento para ganar, a tener un plan. Y que a veces las cartas que nos tocan no son las que necesitamos, pero son las que tenemos y hay que entender su valor. Me enseñó que a veces la ventana para ganar solo va a estar abierta por un turno, y que tenemos que arriesgarnos.
Y una última lección fue que ganar no lo es todo, no hay ser greedy. Tal como dice el gran Frodan antes de jugar tus cartas hay que, con el corazón el mano, preguntarnos are we in it for the story or the glory?
Well played, good friend.
Excelente edición.