Una de mis imágenes favoritas de los Simpsons es esta:
En el episodio “Bart in the road” los chicos usan una licencia de conducir falsa para alquilar un carro y viajar por el país. Entre otras cosas le dan la cola a un hippie.
Y comen helado.
Su objetivo improvisado es ir a la Feria Mundial de Tennessee, pero al llegar descubren que la feria ocurrió en 1982 y ahora la estructura gigante construida para conmemorar la feria es un outlet de pelucas.
Esto es a lo que los chicos querían ir:
“Bart of the Road” es en mi opinión de los mejores episodios que muestra las muchas fortalezas del show. Verlo fue como un power-fantasy pre-adolescente y una especie de redefinición de lo que puede ser la libertad y la rebeldía. Muchas historias coming-of-age son escritas por viejos quesúos cagaleche que se enfocan en el sexo y la delincuencia, pero hay algo liberador en la aventura de Bart y sus amigos que solo quieren explorar y comer helado.
Luego está el concepto de las Feria Mundiales, su caracter efímero (pero permanente) y cómo se ha vuelto absolutamente irrelevante aún habiendo sido padres de las piezas de arquitectura más famosas de la modernidad como la Torre Eiffel que fue construida y presentada para la Exposition Universelle 1889.
Es difícil explicar el nivel de “progreso” que se exponía en estos eventos que tenían que vivir a la altura del nombre FERIA MUNDIAL. La primera de ellas, The Great Exhibition, fue en Londrés y no solo tenían el Crystal Palace, que para la época era una auténtica maravilla del diseño y la arquitectura sino la primera poceta industrial. Se hicieron colas de horas para experimentar la primera cagada en una poceta. Por un penny te dejaban cagar, te daban un peine, una toalla y cera de zapatos.
Estas ferias siguen existiendo y como es de esperarse las últimas se han hecho en países con cuestionables opiniones sobre los derechos humanos y financiados con petrodólares para satisfacer el ego de un montón de eco-terroristas. Gracias al avance de Internet, no ofrecen realmente nada excepto una excusa para pasar unas vacaciones o viajes corporativos.
Estas ferias pasaron de redefinir cosas tan fundamentales como cagar a ser tourist traps en el desierto.
Las utopías son espacios efímeros, no se sostienen. No existen sino en nuestras cabezas. Incluso las estructuras que nos quedan de estos eventos tienen otro propósito al original y se convierten en adornos urbanísticos.
“we have created many classical structures based not on what came before but on modern views of their skeletons”
— Darran Anderson, Imaginary Cities.
Cuando se armó la Torre Eiffel no fue construida para ser el símbolo del amor y el sitio turístico más visitado del mundo. Su propósito era demostrar que de querer construirse, se podía.
Viajar a estos eventos era una ventana al futuro, al progreso, al resto del mundo. Uno de los conceptos que peor ha envejecido es el de los zoológicos humanos.
Se mostraba a gente de otros países en su ropa tradicional, masticando chimó, cocinando casabe o lo que sea que se esperaba que hicieran. Los zoológicos no eran lo que es hoy en día. Eran un mercado de frutas, animales y plantas exóticas. La idea de tener aborígenes era más marketing que cultura. En la ausencia de Hollywood o social media, la única manera de ver a gente de esa área era trayéndolos y organizando su exhibición. Esto no se hacía solo con indígenas, pero obviamente no venían reyes y oligarcas a pararse en una vitrina. Hay muchos casos registrados de muertes por enfermedades cotidianas y los largos viajes a los que se sometían estos individuos solo para ser parte del marketing de un vendedor de mangos. Luego se descubrió que más fácil es pagarle a un par de promotoras en bikini. Eso sí vende y no se mueren de sarampión.
Estas ferias como las conocíamos ya no existen. El Covid terminó de matar un E3 que le costaba más a estudios que lo que sacaban de ese hype machine que terminó siendo un festival de cortometrajes más que de anuncios realistas. ¿Para qué gastar millones de dólares en promocionar un juego que va a salir en 3 o 4 años? Aún quedan eventos exclusivos y multitudinarios donde se anuncia The Next Big Thing™ como los keynotes de Apple en Cupertino, pero hasta eso se está volviendo solo una tradición por más que exista algo verdaderamente humano en esa necesidad de estar in the room where it happens.
Hay algo tribal y mítico en la presentación del primer iPhone, en ver a un supuesto genio hablar con elocuencia y marcar un antes y un después para los nerds del mundo. Es un ejercicio de validación y propósito colectivo. Es la ambición humana de pertenecer a algo grande.
Ya esta no es la única manera en la que miles de personas van a poder experimentar lo que es cagar cómodamente y contárselo a todos sus amigos y familiares. Existen porque aún habiendo multiplicado x1000000 la eficiencia y velocidad de distribución de la información, necesitamos sentir la aprobación y el calor de los que nos rodean.
En su corazón, Bart on the Road es la fantasía de ir sin preocupaciones y sin rumbo pero hacia adelante, hacia el futuro. Por eso duele tanto que la World's Fair in Knoxville, Tennessee, hubiera terminado hace 14 años. Ya no existe un lugar al que llegar, poner los 2 pies, respirar profundo y decir “esto es el futuro” así como se debieron sentir nuestros padres y abuelos la primera vez que entraron al CCCT.
¿Qué significa la frase you had to be there cuando no hay un there? Qué injusto que tenemos que hacer el esfuerzo mental de imaginar que nuestro trabajo puede alcanzar a millones, pero la sola idea de pararnos en una auditorio nos produce un nudo en el estómago instintivamente.
Stalin dijo “la muerte de un hombre es una tragedia, la muerte de un millón es una estadística”, el inverso también es verdad. La alegría de un hombre es un milagro, la alegría de un millón es marketing.
Hay algo trágico en Bart in the Road y es que en esa aventura hacia el futuro te das cuenta que el futuro no es lo que solía ser.
Una Bulla 👏
Gracias por el apoyo a: Paolo, Rodrigo, El Mejor Pirata de Venezuela, Jose, Elias, Carlos, Elena y Malbanyat.
lqm. 🙏